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Home Maximum R The Cambr 0877 Ch09 Niewolnica

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bailando tabar en el Gran León, pero nunca a unos courts,
mucho menos un hotel.
El ardor de Tcito iba en aumento. Toda la oficina lo notó.
Por fin ella accedió a ir al apartamento de la calle de Ro Gua-
diana. Entró, se tapó la nariz y registró una frase de Bette Da-
vis que yo le ense.
 Qu pocilga! What a dump! Miserable changarro! Infame
chabola! Cayampa de mierda!
Me cuenta la mujer, muerta de risa, que la humillación de
Tcito fue tal que all mismo la tomó de la mano, sacó un ma-
nojo de llaves, fue a la cocinita del apartamento, abrió el can-
dado y la puerta, revelando un panorama de un lujo extremo.
Igual que en esos cuentos antiguos de las abuelitas, ante la mi-
rada de Doris se abrió un penthouse de lujo, una terraza de
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CARLOS FUENTES La silla del guila
macetones floridos, piscina ovoide y chaise longues para tomar
el sol. Y detrs de la terraza, un salón de vasta extensión,
muebles de lujo, cuadros de colección  mucho falso Rubens,
colijo por la descripción de Doris , tapetes persas, sofs mulli-
dos, cristalera chafa y una puerta entreabierta a la recmara.
Doris, bien aleccionada, mostró asombro y encanto, Tcito
orgullo y desaprensión, y cuando nuestro odioso jefe de Gabi-
nete hizo su insinuación ms galante, Doris pasó coquetamente
al bao, como preparndose para un connubio vespertino, sacó
el celular de la bolsa, me llamó; yo ya saba la ubicación del
apartamento en Ro Guadiana y cinco minutos ms tarde, fin-
giendo cólera amatoria, irrump en la recmara del inefable T-
cito, descubrindolo desnudo, grotescamente dotado por la
cruel naturaleza, con cabeza calva y poderosa pelambre en el
pecho y las piernas, amn de otras pilosidades que me callo,
correteando por la recmara a la bien adiestrada Doris, total-
mente vestida, gritando:
 No puedo! Qu dira mi madre!
Sobra decir que la abrac y alej del encuerado secretario
de la Presidencia, lo insult, le dije que Doris era mi amante, yo
era su Pigmalión (verdad sta, seora ma, pero no aqulla) y
los dos nos fuimos aguantndonos la risa y dejando a Tcito en
pelotas.
El sainete resultó divertido. Pero esto no prueba nada, mi
distinguida amiga, sino que Tcito es un stiro ridculo y que la
calvicie es signo, aunque secundario, de virilidad. En todo caso,
all tiene usted la prueba de su mentirosa modestia. A ver si
tengo ms suerte la próxima vez!
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General Ccero Arruza a general Mondragón von Bertrab
Mire usted mi general, amigo y hasta superior (aunque nun-
ca por arriba del seor Presidente, que es el jefe nato de nues-
tras Fuerzas Armadas), mire usted que yo me estoy oliendo ra-
ta muerta y sospechando gato encerrado. Tanto usted como yo
entendemos que a veces no hay ms remedio que usar la fuer-
za pblica. La intervención del Ejrcito en San Luis Potos co-
ntra los huelguistas que le estn haciendo la vida de samurai a
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CARLOS FUENTES La silla del guila
los japoneses dejó bien sentado que aqu se respeta la inver-
sión extranjera, que si no fuera porque aqu se pagan salarios
bajos ni se pararan por Mxico, dejndonos chiflando en la lo-
ma. Lo felicito por la limpieza y rapidez de la operación, mi ge-
neral. En todo caso, qu bueno que estas demostraciones de
fuerza nacionales le tocan a usted. Ya sabe, mi general, en
Mxico siempre ha habido una diferencia entre las cuentas cla-
ras y el chocolate espeso, aunque a veces lo que desayunamos
los mexicanos es chocolate aguado y cuentas turbias, o sea que
históricamente, digo, nos han hecho de chivo los tamales. Ya
sabe, mi general, siempre ha habido una diferencia entre los
oficiales preparados en las escuelas superiores, como usted, y
los que hemos ascendido desde abajo, como yo. No nos quite-
mos mritos ni unos ni otros. Ya ve usted, mi general Felipe
ngeles llegó graduado de la Academia francesa de San Cir y le
ganó la batalla a sus condiscpulos del Ejrcito Federal en 1914.
Pero mi general Pancho Villa era un prófugo de rancho, asesino
del violador de su hermana, un bandido a todo trapo, cuatrero
y toda la cosa, y un buen da encuentra su bolita, arma un
ejrcito rural de ochenta mil hombres, casi todos campesinos,
pero luego se les juntan rancheros del norte, comerciantes,
hasta escribidores y gente de razón. Y Villa hace lo mismo que
ngeles, sólo que Pancho ni fue a ninguna academia gabacha ni
saba leer ni escribir. Pero lo mismo le da en la torre al Ejrcito
Federal. Quiero decirle, mi general, que ni yo lo celo a usted ni
usted debe despreciarme a m, estamos? Somos, cómo se di-
ce?, complementarios, como la sal y el limón para beber tequi-
la, no pues? Usted gana las grandes batallas nacionales, yo las
pequeas escaramuzas locales. Usted acaba con las huelgas de
la automotriz en SLP Pero a m no me dan permiso de entrarle [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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